domingo, 24 de enero de 2010

A Doña Donata Corillàn (Un Ser con luz)


A DOÑA DONATA CORILLAN (Sierra Colorada)

(En homenaje a un Ser con brillo propio)

Muchas veces se me da por recordar.
Las cosas del pasado marcan los pasos del presente, y siendo adulto, las diferentes etapas de la vida se forman con la acumulación de las reminiscencias de los tiempos que fueron.
Doña Donata fue una persona muy importante en mi niñez.
Su rodete ocultaba su cabello tan largo que una noche pudimos comprobarlo cuando ella dormía... no se porque razón. Siempre vigilaba nuestros sueños, pero ese día, justamente ese día, se durmió antes que nosotros.
No era tarea fácil quedarse al cuidado de tres niños. Mis hermanos fueron infantes ejemplares, prolijos, estudiosos. Yo en cambio, jugaba a la pelota con mis compañeros de clase y llegaba con el guardapolvo salpicado de manchas, de tizas, de tinta. Hacía los deberes por temor a las penitencias que seguramente mis padres me imponían cuando llegaban de viaje y la Dirección de la escuela se tornaba un lugar habitual de sermones, de explicaciones, y justamente la Directora, por desgracia, era mi prima. Ella rezaría por las noches por mi conducta, indudablemente, por el que dirán... Por cierto, los comentarios del afuera en pueblos chicos, eran más relevantes que los otros. El parecer prevalecía sobre el ser. Eran otros tiempos...
Doña Donata entendía y comprendía nuestros estados de ánimo, porque ella también extrañaba. Nosotros a papá y mamá que estaban en Buenos Aires y ella a su patio, sus gallinas, sus pocas paredes, el piso de tierra, el aljibe, su cama. De todos modos, el entender y comprender no conocen límites ni espacios... son...
Silenciaba lo que estaba mal y nadie se enteraba. Contaba únicamente las travesuras picarescas y se deleitaba, sin saberlo, escuchando la lectura de los cuentos, de las andanzas, de los inventos permanentes que decía mi hermano, de la impecable diligencia de mi hermana y hasta de mis delirios de poeta que conjugando rimas sin saberlo, parafraseaba en la cocina cuando la cena estaba servida. La comida era otro ritual, se ejercitaba con total respeto y el pan casero y los pucheros, se servían bien “calientitos” y sin quejarnos... porque en reiteradas oportunidades, el menú era un bis del anterior.
Nunca nos delató. Era feliz, usaba batones, tenía canas, nunca supe si sabía leer y escribir...
Cierro mis ojos y cuando quiero, la diviso aún, planchando nuestros guardapolvos que con el almidón, relucían como estatuas cuando partíamos hacia el colegio. Seguramente las palomas envidiaban esa blancura que por las mañanas, nos acompañaba a diario.
Fue perfecta doña Donata. Hacía de la cocina un placer y del cuidado de nosotros una reliquia. Cada tres meses y por varios años, esta historia se
repetía, con distintos matices, porque crecíamos. La pelota de trapo del principio se transformó en pelota de plástico, los cuentos de la gallina y sus -
pollitos pasaron a ser cenicienta o caperucita, que las imaginábamos con el transcurrir de los períodos, con su esposo y una familia numerosa.
Sus hijos nunca le prohibieron cuidar hijos ajenos, tal vez, ignorando la ayuda incondicional que le ofrecían a mis padres. Creció espiritualmente y Dios la recompensó con el cariño de tantas familias de mi pueblo que conocían nuestra situación.
En este largo camino, los recuerdos afloran una y mil veces, a modo de machacar la memoria para que no se olviden los rostros, las personas, las situaciones, los paisajes.
Tengo un horizonte en mis ideales.
Tengo mil quimeras en mi haber.
Nadie regresa al horizonte cuando nunca se fue. Doña Donata murió hace muchos años pero nunca dejó de existir en mis recuerdos.Mi papá también partió... estoy segura que en algún lugar, estarán compartiendo las mismas vivencias que en este momento, me obsequian la alegría del ayer. Porque los tuve...
Dicen los que saben, que se comienza a ser viejo cuando se reemplazan los sueños por la desgana.
¡Vivo en eterna juventud!
(Libro AQUEL HORIZONTE...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario