domingo, 24 de enero de 2010

Un viaje al corazòn de mis deseos I


Un viaje al corazón de mis deseos: I

Desierto del Sahara…
Te anochecí con lágrimas y me amaneciste en emoción.
Te caminé y en las dunas sedientas y arenosas, encontraste la nostalgia ancestral de mis abuelos. Robaste mis huellas y te seduje en el hurto.
Coqueteamos al unísono cuando el sol se escondía en areniscas.
Fuimos amantes declarados cuando ese mismo astro expandía su luz en una ardiente madrugada.
Te imaginé tantas veces y de tantas formas, que no supe descifrar en ese instante, qué es lo que sentí… porque todo era igual y todo diferente. Los matices ocres dibujaban siluetas inexistentes que al danzar, se confundían con una realidad inventada de quienes llegamos a Marruecos, buscando diferentes horizontes.
...El mío estaba ahí… extendiéndome una alfombra milenaria y polvorienta que cautivó el asombro con aroma a menta, en un pocillo de té que se dormía adrede entre mis manos.
Fue algo asi, como una expedición al corazón de los secretos.
Levanté mis ojos. Observé que mi mirada se marchaba en dromedarios y entre turbantes y túnicas celestes y azulinos, los bereberes y nómades pronunciaban palabras, antes escuchadas.
¡Si! Porque mis abuelos, los tuyos, que emigraron como tantos abuelos, pronunciaban a diario un: As-salaam-alaykum (que la paz sea contigo) y mi viejo, como los tuyos respondían “malaykum-salam” (te deseo lo mismo), y numerosas frases que en el eco del paisaje, se tornaban familiares... y extraían de mi memoria, olvidadas pronunciaciones... por el tiempo... seguramente.
Pasadas las 8 de la mañana mis pies apretaban las montículos de arena queriendo grabar, sin quererlo, el paso de mi esencia en esa perspectiva... tan soñada... tan anhelada.
Marruecos fue un viaje programado.
Vivencié el antes, con ansiedades... el durante con asombros y el después... quizás cuando pasen los días consiga transmitirte la vibración de mi loco corazón.
La música árabe resonaba en cada rincón visitado... y mis manos sacaban de la mochila el caderìn –rojo y con monedas doradas- que atándolo a mis caderas, me creía odalisca sin barreras de idioma o de lugar... Dancé una y mil veces al compás de la armoniosa melodía tan particular... arraigada desde siempre en mis sentidos.
¡Cómo te gusta esta sinfonía!... ¿entendès lo que dice? Me preguntó Estella.
No entiendo el idioma, le respondí.
“Lo siento”.
“Pasa por mis venas”.
“Lo llevo en mi alma”.
No tuve intención de explayarme en el tema, porque quise saborear cada instante, cada minuto, cada segundo...
Estella integraba el grupo, era delgada y no podíamos deducir su edad. Porque caminaba despacio, con sus hombros caídos y su rostro no tenía arrugas. Más tarde, cantó 60 años. ¡Sesenta años! Dijimos todas las mujeres... ¡No los representàs! ¡Te conservàs en formol! Acotó Angélica, que decía ser sicóloga... Decía...

(Libro: AQUEL HORIZONTE...)

El Señor del rosario...


EL SEÑOR DEL ROSARIO…

El tic tac del reloj marcó las 22 hs. Como siempre.
Pero hoy sería un día diferente.
Buscó en su bolso la billetera, los anteojos, los cigarrillos y detuvo sus manos en un rosario. Sí, en las perlas de un rosario que días atrás, un señor le regaló al despedirse de su cuarto.
De ese cuarto de hotel que noches tras noches, era fiel testigo de negocios con su cuerpo, de las propinas que engrosaban su honorario, de sus miedos a tantos rostros desconocidos que pagaban por amor, que dejaban en sus manos el dinero y las angustias contenidas.

El señor del rosario ahogaba sus penas en ese mismo cuarto de hotel. Un día se paró frente a ella, encendió las luces y mirándole sus ojos reflexionó en voz alta:
-Muchacha, este no es tu mundo. El mío tampoco. Negociamos soledades por diferentes motivos. Yo por olvidar las penas de un amor no correspondido. Vos por necesidad seguramente… y estamos exponiendo nuestros cuerpos al ultraje despiadado de las mentes.
Lo miró desde su mediana estatura y secándose las lágrimas que sin permiso, se desparramaban sobre sus mejillas, también le confesó:
-¿Sabes? Llegué a esta ciudad con este mismo bolso y dos monedas. Vengo de un barrio de pueblo sin laburo, sin padres ni amigos que me contengan. Cansada de buscar basura en la miseria, de soportar letreros en las puertas “sin vacante”, me atreví a vivir de esta manera, sin rendirle cuenta a nadie.
-¿A nadie? Le preguntó el señor. Y ¿vos qué sos? ¿sos nadie?
-Ella sintió una bofetada en su interior. Esa bofetada que quizás estaba esperando recibir para cambiar de rumbo.
-Sí… soy… soy una mujer que comprando portaligas y carteras repletas de temores, cuento los billetes, atesoro las monedas para pagar un mísero hospedaje y comer. ¡Vá!... comer… ¡Cuántas veces me olvido de comer por los miedos que me persiguen para alcanzar el coraje que me falta!
El señor, extrajo de su bolsillo un rosario. Apretó fuertemente sus manos, la besó en la frente y obsequiándole el rosario le imploró: por tu bien y por el mío, busquemos otro camino, cambiemos de vida. El señor, que es mío, es tuyo y es de todos, será el que cada mañana nos acompañe. A vos, para encontrar el trabajo dignificante que soñás y a mí… a mí muchacha… cerrar las heridas que me hieren de un abandono inmerecido.
Cerraron la puerta de ese cuarto de hotel y cada uno tomó diferentes senderos.
Lo vio marcharse. Silbando bajito y pateando las gotas de agua que salpicaban las veredas por la lluvia. Lo presintió feliz.
El la miró alejarse taconeando segura. Apretando sus pasos y sin mover sus caderas como antes. La presintió feliz.

(Libro AQUEL HORIZONTE...)

A Doña Donata Corillàn (Un Ser con luz)


A DOÑA DONATA CORILLAN (Sierra Colorada)

(En homenaje a un Ser con brillo propio)

Muchas veces se me da por recordar.
Las cosas del pasado marcan los pasos del presente, y siendo adulto, las diferentes etapas de la vida se forman con la acumulación de las reminiscencias de los tiempos que fueron.
Doña Donata fue una persona muy importante en mi niñez.
Su rodete ocultaba su cabello tan largo que una noche pudimos comprobarlo cuando ella dormía... no se porque razón. Siempre vigilaba nuestros sueños, pero ese día, justamente ese día, se durmió antes que nosotros.
No era tarea fácil quedarse al cuidado de tres niños. Mis hermanos fueron infantes ejemplares, prolijos, estudiosos. Yo en cambio, jugaba a la pelota con mis compañeros de clase y llegaba con el guardapolvo salpicado de manchas, de tizas, de tinta. Hacía los deberes por temor a las penitencias que seguramente mis padres me imponían cuando llegaban de viaje y la Dirección de la escuela se tornaba un lugar habitual de sermones, de explicaciones, y justamente la Directora, por desgracia, era mi prima. Ella rezaría por las noches por mi conducta, indudablemente, por el que dirán... Por cierto, los comentarios del afuera en pueblos chicos, eran más relevantes que los otros. El parecer prevalecía sobre el ser. Eran otros tiempos...
Doña Donata entendía y comprendía nuestros estados de ánimo, porque ella también extrañaba. Nosotros a papá y mamá que estaban en Buenos Aires y ella a su patio, sus gallinas, sus pocas paredes, el piso de tierra, el aljibe, su cama. De todos modos, el entender y comprender no conocen límites ni espacios... son...
Silenciaba lo que estaba mal y nadie se enteraba. Contaba únicamente las travesuras picarescas y se deleitaba, sin saberlo, escuchando la lectura de los cuentos, de las andanzas, de los inventos permanentes que decía mi hermano, de la impecable diligencia de mi hermana y hasta de mis delirios de poeta que conjugando rimas sin saberlo, parafraseaba en la cocina cuando la cena estaba servida. La comida era otro ritual, se ejercitaba con total respeto y el pan casero y los pucheros, se servían bien “calientitos” y sin quejarnos... porque en reiteradas oportunidades, el menú era un bis del anterior.
Nunca nos delató. Era feliz, usaba batones, tenía canas, nunca supe si sabía leer y escribir...
Cierro mis ojos y cuando quiero, la diviso aún, planchando nuestros guardapolvos que con el almidón, relucían como estatuas cuando partíamos hacia el colegio. Seguramente las palomas envidiaban esa blancura que por las mañanas, nos acompañaba a diario.
Fue perfecta doña Donata. Hacía de la cocina un placer y del cuidado de nosotros una reliquia. Cada tres meses y por varios años, esta historia se
repetía, con distintos matices, porque crecíamos. La pelota de trapo del principio se transformó en pelota de plástico, los cuentos de la gallina y sus -
pollitos pasaron a ser cenicienta o caperucita, que las imaginábamos con el transcurrir de los períodos, con su esposo y una familia numerosa.
Sus hijos nunca le prohibieron cuidar hijos ajenos, tal vez, ignorando la ayuda incondicional que le ofrecían a mis padres. Creció espiritualmente y Dios la recompensó con el cariño de tantas familias de mi pueblo que conocían nuestra situación.
En este largo camino, los recuerdos afloran una y mil veces, a modo de machacar la memoria para que no se olviden los rostros, las personas, las situaciones, los paisajes.
Tengo un horizonte en mis ideales.
Tengo mil quimeras en mi haber.
Nadie regresa al horizonte cuando nunca se fue. Doña Donata murió hace muchos años pero nunca dejó de existir en mis recuerdos.Mi papá también partió... estoy segura que en algún lugar, estarán compartiendo las mismas vivencias que en este momento, me obsequian la alegría del ayer. Porque los tuve...
Dicen los que saben, que se comienza a ser viejo cuando se reemplazan los sueños por la desgana.
¡Vivo en eterna juventud!
(Libro AQUEL HORIZONTE...)

Còmo decirte...


CÓMO DECIRTE...

...¿Cómo decirte niño…que me duelen tus pies descalzos...tus manos congeladas y tu humilde actitud ante la vida?...

...¿Cómo decirte lo que siento, cuando llamas a mi puerta en busca de algo para saciar tu sed, tu hambre, tu frío?...

...¿Cómo decirte que cuando pasas por el río y fijas tu mirada en nosotros...los amantes del sol, bronceador y reposera, me traspasa tu mirada triste que se queda dormida en un bolso de mate y galletita?...

...¿Cómo explicarte, pequeño corazón, que el mundo es así... hay hombres que se matan en las guerras, que los ricos son personas que menos necesitan... y que los pobres son ricos en reclamos?...

...¿Cómo decirte que siempre... en cada puerta que llames habrá alguien tendiéndote una mano?
Niño, puedo decirte tantas cosas.... que tù tienes la respuesta de esas mismas cosas y no coinciden con las mías.. .si hay tantos chicos como vos, en la calle, en el río, en las plazas, con los ojos chiquitos y andar pensante... taciturno... que te cuenta la verdad...

...¿Cómo contarte que mi Dios, que es tuyo y de los otros, te cobija y te protege en cada timbre que tocas, en cada ayuda que pides?...

Pero ¿sabes?... a veces los mayores somos sordos, no escuchamos el reclamo de hambre, sed y frío... porque los problemas nos tapan de egoismo, soberbia y consumismo...

... Niño... confía... está en los adultos la obligación de ponerte los zapatos y enseñarte a caminar... Escucha... créeme... hay montón de seres, que en algún momento de tu vida... te regalarán lo que vos necesitás... No pierdas la fe... no pierdas el amor...
Porque detrás de alguna puerta, alguien te espera...
En una plaza... un viejecito prepara el mate con dulce y chocolate para robarte una sonrisa...
En un río... el murmullo de las aguas en tardes de verano... llora con vos el desconsuelo de una moneda que no llega o se ríe a carcajadas... porque en ese instante... de magia y barrilete... se abrazó con vos...